LA
NECESARIA CONCERTACIÓN. Parte III y final.
Nota: este es el tercero y final de una serie de artículos que escribí
para la revista ESPACIO de Las Piedras entre los meses de agosto y
octubre de 2016. Los incorporo ahora al blog, por considerar que
mantienen cierta actualidad.
Tengo
61 años de vida y jamás salí de Las Piedras. Eso obviamente afecta
mi juicio sobre temas como hacia dónde va el mundo, qué ciudades
vale la pena volver a visitar, y cuál es la naturaleza de los
diversos pueblos y personas que habitan el vasto planeta. A cambio,
creo tener una comprensión profunda del medio en el que crecí, y de
su gente. La gente llana, digamos.
No
he advertido en las conversaciones que sostengo con amigos, conocidos
y no tanto, el menor rechazo por la idea de la Concertación entre
Partidos. Hay una insatisfacción generalizada con la acción de
Gobierno del Frente Amplio, y una sensación de que hay que hacer
algo para fortalecer las opciones de cambio. Los tropiezos que tengo,
y que se traducen en evasivas y argumentaciones bastante débiles por
cierto, aparecen cuando cambio ideas con alguien más o menos
vinculado a las dirigencias partidarias. El motivo es claro: los
dirigentes partidarios se oponen a la Concertación. Desafiarlos
puede ser contraproducente; contrariarlos, suicida para las
aspiraciones de quien se propone llegar a algún lado en la actividad
política. Creo que mi punto queda claro: el ciudadano común no se
opone a la idea, mientras que las dirigencias partidarias actuales y
quienes aspiran a convertirse en dirigentes, la rechazan.
Corresponde
preguntarse el motivo por el cual algo que es bien visto abajo,
resulta rechazado arriba. Dejo de lado aspectos que pueden tener
importancia y cierto peso a la hora de evaluar esa actitud, como las
discrepancias de tipo doctrinario, el recelo entre dirigentes, la
especulación político electoral, o el inesperado surgimiento de un
outsider como Novick que amenaza conmover el estado de cosas actual,
tanto a izquierda como a derecha. Todo eso debe tener importancia,
pero a mí no me dice demasiado. La lógica indica que debe haber
Concertación, y los dirigentes – profesionales y no tanto – no
están haciendo caso de la lógica.
Para
llegar a concretar mi tesis, debo recordar al lector que existen
infinidad de definiciones sobre qué es un Partido Político, pero
todas las que conozco tienen una parte común, y que resulta ser la
principal: Partido Político es una agrupación de personas que tiene
carácter permanente, una forma dada de funcionamiento, y cuyo fin es
ejercer el gobierno de una Nación. Nótese que no dice que su
finalidad es influir sobre las decisiones del
Gobierno o controlar sus actividades, porque para eso
están además las asociaciones de trabajadores y
de empresarios, y los grupos civiles que defienden y promueven
intereses de diversos tipos.
Para un Partido Político
controlar al Gobierno e influir en sus decisiones, forman
parte de las tareas que tiene que hacer, pero no
constituyen su finalidad, su objeto.
Pues bien, a mi entender hay
desde hace un buen tiempo una propensión a olvidar ese aspecto
esencial de lo que debe ser un Partido. En cierta medida, es como si
hubiéramos vuelto a la segunda década del pasado siglo, cuando se
le reprochaba al Doctor Luis Alberto De Herrera su propensión a
estimular la inscripción de ciudadanos de extracción blanca en los
Registros Cívicos de todo el país, con
el fin de aumentar la representación partidaria: ¿Doctor, para qué
quiere más representación si con la que tenemos, para controlar al
Gobierno alcanza?.
Es claro que Herrera pensaba
en llevar al Partido Nacional al gobierno, y sus interlocutores no.
En la época actual, los dirigentes opositores se multiplican en la
crítica a las diversas medidas que el gobierno adopta. Tampoco
faltan los apoyos, cuando alguna medida lo amerita. Pero eso es todo.
Nos quedamos con la sensación (yo al menos la experimento, y es una
sensación desagradable) de que los dirigentes opositores se
conforman con hacer el comentario de las medidas que otros adoptan,
en los campos más diversos. Es como si en lugar de aspirar a ser
Tabárez, Suárez o Cavani, se conformaran con ser Da Silveyra,
Scelza o Sonsol. Ciertamente, la de comentarista es una vida más
sosegada, y que otorga prestigio social, buen pasar económico, y
algo de poder e influencia en el ambiente. Esto, aplicado al fútbol,
no quiere decir nada. Pero aplicado a la política es una tragedia:
es todo un sector muy representativo de la opinión pública que
demuestra carecer de vocación de Gobierno. Que demuestra carecer de
vocación de ser quien dicta las políticas y hace frente – dentro
del marco constitucional y legal por supuesto – a las críticas y
rechazos que esas políticas indefectiblemente provocan. Que
demuestra carecer de ánimo para decir aquí estoy yo, esto es lo que
propongo hacer, lo que hay que hacer, y lo que voy a hacer, dentro
del marco democrático.
Está bien controlar y criticar lo que el Gobierno hace, y está muy
bien apoyar desde la oposición aquello con lo cual se está de
acuerdo, aún cuando signifique tener que elogiar al adversario. Pero
si ahí queda todo, entonces el lugar de quien así actúa no está
en la actividad política. La determinación de ejercer el Gobierno,
y formular y ejecutar políticas tiene que ser evidente a nivel de
cualquier Partido Político, y de manera muy especial, de sus
dirigentes. Para mí – hoy día – no lo es. La generalidad de
ellos prefiere la comodidad de la oposición, apostando a un desgaste
que algún día ocurrirá.
Para terminar, una referencia breve a los últimos acontecimientos.
La demanda por la Concertación dio lugar a una respuesta negativa
unánime por parte de aquellos de quienes se requería un
pronunciamiento. Está bien. Es su derecho. Pero los obligó a
reunirse, dialogar, y adoptar una actitud más cercana, lo que no es
poca cosa. De algún modo, el que la gente los vea como posibles
asociados, los obligó al compromiso – muy liviano por ahora – de
dar apoyo en el caso de que ocurra el triunfo de alguno de ellos.
Insistir en la necesidad del Partido de la Concertación tuvo, al fin
y al cabo, un resultado al menos alentador. Pero yo creo que se debe
insistir todavía más, aunque aclaro que por ahora daré un respiro
a los lectores de Espacio.
Es que de algún modo hay que advertir – y aunque parezca
contradictorio, esto se ve mejor desde el llano que desde las alturas
– que existe un riesgo muy claro sobre el país y sus
instituciones, que sólo una actitud decidida de todo el espectro
opositor puede conjurar. La izquierda clásica autoritaria y
liberticida, que en nuestro país y en muchos lugares de las Américas
tiene predicamento y poder, siempre aspiró a quedarse con todo el
Poder. Un cuarto gobierno consecutivo del Frente Amplio, puede
generar las condiciones para que eso ocurra en Uruguay.
Y el análisis de esto quizá me sirva de pretexto para una próxima
colaboración.
Con
mis atentos saludos:
Ing.
Agr. Diego R. Varela
Las Piedras, 26 de abril de 2018
Varela Sin Reparo
diegovarelazitta.blogspot.com