jueves, 26 de abril de 2018

LA NECESARIA CONCERTACIÓN. Parte III y final.

LA NECESARIA CONCERTACIÓN. Parte III y final.

Nota: este es el tercero y final de una serie de artículos que escribí para la revista ESPACIO de Las Piedras entre los meses de agosto y octubre de 2016. Los incorporo ahora al blog, por considerar que mantienen cierta actualidad.


Tengo 61 años de vida y jamás salí de Las Piedras. Eso obviamente afecta mi juicio sobre temas como hacia dónde va el mundo, qué ciudades vale la pena volver a visitar, y cuál es la naturaleza de los diversos pueblos y personas que habitan el vasto planeta. A cambio, creo tener una comprensión profunda del medio en el que crecí, y de su gente. La gente llana, digamos.

No he advertido en las conversaciones que sostengo con amigos, conocidos y no tanto, el menor rechazo por la idea de la Concertación entre Partidos. Hay una insatisfacción generalizada con la acción de Gobierno del Frente Amplio, y una sensación de que hay que hacer algo para fortalecer las opciones de cambio. Los tropiezos que tengo, y que se traducen en evasivas y argumentaciones bastante débiles por cierto, aparecen cuando cambio ideas con alguien más o menos vinculado a las dirigencias partidarias. El motivo es claro: los dirigentes partidarios se oponen a la Concertación. Desafiarlos puede ser contraproducente; contrariarlos, suicida para las aspiraciones de quien se propone llegar a algún lado en la actividad política. Creo que mi punto queda claro: el ciudadano común no se opone a la idea, mientras que las dirigencias partidarias actuales y quienes aspiran a convertirse en dirigentes, la rechazan.

Corresponde preguntarse el motivo por el cual algo que es bien visto abajo, resulta rechazado arriba. Dejo de lado aspectos que pueden tener importancia y cierto peso a la hora de evaluar esa actitud, como las discrepancias de tipo doctrinario, el recelo entre dirigentes, la especulación político electoral, o el inesperado surgimiento de un outsider como Novick que amenaza conmover el estado de cosas actual, tanto a izquierda como a derecha. Todo eso debe tener importancia, pero a mí no me dice demasiado. La lógica indica que debe haber Concertación, y los dirigentes – profesionales y no tanto – no están haciendo caso de la lógica.

Para llegar a concretar mi tesis, debo recordar al lector que existen infinidad de definiciones sobre qué es un Partido Político, pero todas las que conozco tienen una parte común, y que resulta ser la principal: Partido Político es una agrupación de personas que tiene carácter permanente, una forma dada de funcionamiento, y cuyo fin es ejercer el gobierno de una Nación. Nótese que no dice que su finalidad es influir sobre las decisiones del Gobierno o controlar sus actividades, porque para eso están además las asociaciones de trabajadores y de empresarios, y los grupos civiles que defienden y promueven intereses de diversos tipos. Para un Partido Político controlar al Gobierno e influir en sus decisiones, forman parte de las tareas que tiene que hacer, pero no constituyen su finalidad, su objeto. Pues bien, a mi entender hay desde hace un buen tiempo una propensión a olvidar ese aspecto esencial de lo que debe ser un Partido. En cierta medida, es como si hubiéramos vuelto a la segunda década del pasado siglo, cuando se le reprochaba al Doctor Luis Alberto De Herrera su propensión a estimular la inscripción de ciudadanos de extracción blanca en los Registros Cívicos de todo el país, con el fin de aumentar la representación partidaria: ¿Doctor, para qué quiere más representación si con la que tenemos, para controlar al Gobierno alcanza?. Es claro que Herrera pensaba en llevar al Partido Nacional al gobierno, y sus interlocutores no.

En la época actual, los dirigentes opositores se multiplican en la crítica a las diversas medidas que el gobierno adopta. Tampoco faltan los apoyos, cuando alguna medida lo amerita. Pero eso es todo. Nos quedamos con la sensación (yo al menos la experimento, y es una sensación desagradable) de que los dirigentes opositores se conforman con hacer el comentario de las medidas que otros adoptan, en los campos más diversos. Es como si en lugar de aspirar a ser Tabárez, Suárez o Cavani, se conformaran con ser Da Silveyra, Scelza o Sonsol. Ciertamente, la de comentarista es una vida más sosegada, y que otorga prestigio social, buen pasar económico, y algo de poder e influencia en el ambiente. Esto, aplicado al fútbol, no quiere decir nada. Pero aplicado a la política es una tragedia: es todo un sector muy representativo de la opinión pública que demuestra carecer de vocación de Gobierno. Que demuestra carecer de vocación de ser quien dicta las políticas y hace frente – dentro del marco constitucional y legal por supuesto – a las críticas y rechazos que esas políticas indefectiblemente provocan. Que demuestra carecer de ánimo para decir aquí estoy yo, esto es lo que propongo hacer, lo que hay que hacer, y lo que voy a hacer, dentro del marco democrático.

Está bien controlar y criticar lo que el Gobierno hace, y está muy bien apoyar desde la oposición aquello con lo cual se está de acuerdo, aún cuando signifique tener que elogiar al adversario. Pero si ahí queda todo, entonces el lugar de quien así actúa no está en la actividad política. La determinación de ejercer el Gobierno, y formular y ejecutar políticas tiene que ser evidente a nivel de cualquier Partido Político, y de manera muy especial, de sus dirigentes. Para mí – hoy día – no lo es. La generalidad de ellos prefiere la comodidad de la oposición, apostando a un desgaste que algún día ocurrirá.

Para terminar, una referencia breve a los últimos acontecimientos. La demanda por la Concertación dio lugar a una respuesta negativa unánime por parte de aquellos de quienes se requería un pronunciamiento. Está bien. Es su derecho. Pero los obligó a reunirse, dialogar, y adoptar una actitud más cercana, lo que no es poca cosa. De algún modo, el que la gente los vea como posibles asociados, los obligó al compromiso – muy liviano por ahora – de dar apoyo en el caso de que ocurra el triunfo de alguno de ellos. Insistir en la necesidad del Partido de la Concertación tuvo, al fin y al cabo, un resultado al menos alentador. Pero yo creo que se debe insistir todavía más, aunque aclaro que por ahora daré un respiro a los lectores de Espacio.

Es que de algún modo hay que advertir – y aunque parezca contradictorio, esto se ve mejor desde el llano que desde las alturas – que existe un riesgo muy claro sobre el país y sus instituciones, que sólo una actitud decidida de todo el espectro opositor puede conjurar. La izquierda clásica autoritaria y liberticida, que en nuestro país y en muchos lugares de las Américas tiene predicamento y poder, siempre aspiró a quedarse con todo el Poder. Un cuarto gobierno consecutivo del Frente Amplio, puede generar las condiciones para que eso ocurra en Uruguay.

Y el análisis de esto quizá me sirva de pretexto para una próxima colaboración.

Con mis atentos saludos:

Ing. Agr. Diego R. Varela

Las Piedras, 26 de abril de 2018

Varela Sin Reparo

diegovarelazitta.blogspot.com


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